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Julio 2020.


10 de enero de 2012

122. Emotivos reencuentros en Nagasaki al cabo de 50 años.


もう一つの原爆ドーム_とくダネ por azukitoast

122. Emotivos reencuentros en Nagasaki al cabo de 50 años.

Reportaje de una cadena de televisión. (Traducción por Toshio Okada)

Esta vez hemos visitado el punto zero del lanzamiento de la boma atómica.

“¿Qué es este arco destartajado? Probablemete forma parte de un edificio...”

Lo que había justo al lado del punto zero de la bomba atómica era una diminuta parte de la antigua Iglesia Urakami, que fue restaurada en 1959 y convertida hoy en una famosa iglesa catórica atrayendo a muchos turistas japoneses. La original que era más importante en el Asia del este, como la enseña la foto, se empezó a construir en 1875, y la obra terminó 30 años después.

Sin embargo, a las 11:02 del 9 de agosto 1945, fue lanzada una bomba atómica, en consecuencia de lo cual la ciudad de Nagasaki fue arrasada en unos pocos segundos a múltiples pilas de escombros. La Iglesia Urakami situada a 500m del punto zero también sufrió durísimos golpes, fue reducida a unas miserables paredes, pero estas quedaron de pie sin caerse. Las fotos testigos de estas ruinas de la Iglesia Urakami han sido publicadas este verano por primera vez en la historia.

Son verdaderas joyas estas fotos que son testigos de la irradiación de la bomba, y que nos muestran el proceso de derribo y restauración de la iglesia.

El fotógrafo de estos testimonios vive en Nagasaki. Se llama Itaru Takaharu, 85 años. Él mismo es hibakusha (víctima de irradiación) y lleva 60 años tomando fotos de Nagasaki.

Nos enseñó el Sr. Takaharu una foto del punto zero tomada seis meses después de la bomba atómica.

“Con qué sentimiento sacó usted esta foto” –preguntó la presentadora–. “Sin ningún sentimiento, ¿qué cree?, si no, nunca lo hubiera podido.”

Takahara en los años posguerra segía fotografiando objetos, de preferencia enfocando en los padres con niños, el fervor de las fiestas, los barcos pesqueros amarrados en el puerto, ... total, la ciudad de Nagasaki que se iba restaurando. El objeto entre otros que más le apasionaba era la Iglesia Urakami. Empezó a centrarse en esta iglesia cuatro años después del fin de la guerra, en particular, a partir del momento en que tomó esta foto: “Niños genuinos jugando delante de las ruinas de la iglesia”.

“Sentí que la Iglesia Urakami está viva”- dice Sr. Takaharu-. “De verdad que sentí que la iglesia seguía viva sin exagerar.”

Mientras tanto, vio pasar a una récien casada por delante de las ruinas de la iglesia como lo enseña la foto. “¡Sentí como que un ángel de la paz se venía con una iluminación cegadora que deslumbró todo en torno a nosotros!” –dice. Este lugar se convirtió en el símbolo de esperanza para él.

Pero trece años después de la caída de la bomba atómica, los restos de la iglesia fueron derribados, pese a la protesta unánime de todos los consejeros municipales que optaron por conservarlos. (Por culpa de la mano larga de las autoriades centrales y el ejercito de Ocupación Americana... opinión del traductor.) De hecho, el ex consejero municipal, testigo del congreso municipal, asegura: “Todos los consejeros votaron por unanimidad a favor de la conservación de los restos de la iglesia, por ser un crucifijo del sigloⅩⅩ y para que no se diluya la memoria de la tragedia”.

“Yo estaba absolutamente en contra de la demolición de los restos de la iglesia. Teníamos que haberlos conservado. Si yo no fuera víctima de irradiación de la bomba atómica, podría estar de acuerdo y los hubiera dejado derribar sin alarmarme, pero fijese, yo mismo me había bañado en la irradiación atómica, ¡soy hibakusha, víctima! ¡Soy igual que aquella iglesia!” Antes de que se fuera a ir a derribar los restos de la iglesia, el Sr. Takaharu se apresuró a fotografiarlos con más fervor con fin de conservar las imágenes.

Una imagen más chocante de las que fueron producidas por sus propias manos era “la de la estatua de Juan el Apóstol que llevaba una soga gruesa, “además, en torno a su cuello”. A su lado, estaba abandonada por le suelo la de Santa Maria. Lo cual le quitó poco a poco la fuerza de asercarse de este lugar. “¿Por qué?” –preguntó la presentadora del program de TV-. “Porque había la cortina invisible que me impedía entrar en aquella zona” –contesta el fotógrafo-. “Existía una cortina de tristeza que no me dejaba pasar...” “¿Todavía el hecho de encontrarse hoy aquí le recuerda muchas cosas?” -pregunta la presentadora-. “Y tanto..., tantas cosas...”

El Sr. Takaharu nunca había querido mostrar su colección de imágenes al público para gardarlas sólo para él para siempre. Sin embargo, cuando han pasado cincuenta y un años con 85 años de edad después de aquel derribo de los restos de la iglesia, se le propuso hacer una exposición al público de estas imágenes.

“He llegado a la conclusión de que tengo que dar las gracias a la gente que me ha ayudado hasta hoy, permitiéndome a tener los 85 años. Eso me ha hecho cambiar de opinión a mostrar las fotos al público. He pensado que en vez de desviar la mirada sobre los años oscuros, es más importante transmitir los hechos a las posteriores generaciones.” Por fin, así aceptó la exposición para recuperar el pasado.

Durante la exposición, se le ocurrió una sorpresa que no se esperaba. Se presentó a la exposición aquella récien casada acompañada de la intermediaria de la boda que habían irrumpido por delante de los restos de la iglesia hacía 50 años. “No sé qué decir... Esta emoción de reenconto al cabo de 50 años... No encuentro palabra para expresar mi sorpresa y alegría. ¡En vista del largo recorrido de mi vida, no encuentro nada que iguale esta emoción que siento ahora mismo!” “¡Sin duda. Sin duda. Es ella, es ella. Ah, ah...!”

La exposición no acabó solo con este emotivo reencuentro con la récien casada, pero le permitió reencontrar también a aquel operario que estaba derribando los restos de la iglesia en la foto. “¡Nunca he imaginado que me podría volver a encotrar a aquella persona de la foto, ni en los sueños!” El Sr. Honda que visitó la exposición por casualidad se presentó al fotógrafo, diciendo que probablemente se podría tratar de mí...” “¡No hay menor duda, ninguna. Es usted!” Se conocieron más cosas de él. El Sr. Honda no solo trabajaba para el derribo, pero trabajaba para restaurar la iglesia hasta el final. Los dos se dirigieron juntos a la iglesia al cabo de 51 años, y el fotógrafo volvió a tamar fotos del Sr. Honda.

Para colmo de emoción, el fotógrafo encontró a aquella estatua de Juan el Apóstol que llevaba una soga gruesa, en buena forma, al ala derecha de la iglecia. “¡Es él, el mismo! No ha cambiado nada. Lleva la nariz rota como aquel tiempo.” La santa María que estaba quemada y ennegracida en aquel tiempo estaba allí a su izquierda, ella también en buena forma.

“Hace tiempo que no he sacado tantas fotos en una jornada. De verd que he hecho bien al aceptar la exposición. Es la consecuencia de que he vivido mucho tiempo” –comentó el Sr. Takahara.

Toshio Okada, 14 de enero 2012.
Barcelona.




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